Os dejamos el relato de una visita de fin de semana a Ribera del Duero de nuestro compañero Ilis
Viñedos Con Historia Para Un Fin De Semana
BASTA YA
No es el más caudaloso, ni el más largo, ni el más fiero, pero el Duero es un río especial. Enhebra Castilla hasta acuñar ese topónimo tan grato al paladar: Ribera del Duero. Antes, este río fue frontera, donde se abrían las infinitas extremaduras de la España medieval.
El vino es consustancial a esta Ribera del Duero. Nuestra Señora de las Viñas es la patrona de Aranda, y el monasterio más poderoso del entorno se proclama “de la Vid” desde el siglo XII. Trescientos años después de su construcción, las cuevas de Aranda podían albergar .medio millón de cantaras de vino y, ahí siguen las cuevas, bajo el casco urbano. Hay catalogadas 127 con antigüedad del siglo XIII.
El visitante puede abrir boca en Aranda con la soberbia iglesia de Santa María, que testimonia el boyante pasado de la cuidad y también el sentido de la oportunidad de los arandinos, que apostaron por Isabel de castilla frente a la Beltraneja. “Obras son amores” reza una maravilla caligráfica en la fachada sur del templo.
Siguiendo el curso del Duero, en el punto de encuentro con el Riaza aparece Roa, capital vitivinícola de la Ribera. Roa merece un paseo con calma, aunque solo sea por el placer de pasear por sus calles camino de la colegiata y degustar su clarete asociado a un buen lechazo.
Más al norte, se llega a los gumieles, nombre de evocación mozárabe. Pasado Gumiel del Mercado, está el convento de la Aguilera, en que bajo un precioso sepulcro yacen los restos de San Pedro Regalado, patrono de la Ribera. Gumiel de Hizán conserva su estampa castellana en el templo-fortaleza de Santa María con un retablo que es de los mejores.
De nuevo hacia el Duero, se llega a Peñaranda, a cobijo de una peña y coronada por un castillo con formidable torre del homenaje. Peñaranda evoca el espíritu de frontera de esta tierra; ya lo dice el arco de la muralla que sirve de acceso. La villa es, además, un muestrario de arquitectura popular. La empedrada Plaza Mayor luce los símbolos del poder: el elegante rollo jurisdiccional gótico, el formidable palacio ducal y la iglesia colegiata.
A escasa distancia de Peñaranda está el monasterio de la Vid, al que aquí llaman el “Escorial del Duero”. Es Herreriano, es gótico y también churrigueresco, por la acumulación de sus estilos. Todo lo contrario del yacimiento arqueológico de Clunia, algo más al norte, que tuvo teatro, termas y foro. De todo quedan restos para ver que hablan de una tierra con larga historia.
Por la vida, ilis